McKinsey identifica los retos y oportunidades de los sistemas educativos

Según la Encuesta Global Educativa de McKinsey, solo el 20% de los esfuerzos de mejora educativa lograron cumplir con los objetivos establecidos.


-Si todos los sistemas educativos pudieran mejorar al ritmo de los considerados exitosos, podrían sacar de la pobreza educativa a 350 millones de estudiantes adicionales en los próximos 30 años.

La Encuesta Global Educativa de McKinsey reveló que la automatización está aumentando la demanda de trabajadores altamente educados, lo que subraya la necesidad de habilidades tecnológicas, socioemocionales y cognitivas. De acuerdo a los principales resultados, es crucial mejorar la calidad y la equidad en los sistemas educativos a nivel mundial. El auge de la inteligencia artificial generativa está acelerando estas transiciones en la fuerza laboral.

Gran parte del debate mundial sobre el desempeño educativo se centra en un pequeño subconjunto de países, en su mayoría de altos ingresos, que obtienen altas puntuaciones en evaluaciones internacionales clave, como el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA). Sin embargo, más del 90% de los niños viven en países donde los resultados educativos están por debajo del promedio, siendo en su mayoría pobres o regulares.

Para comprender de qué manera los sistemas educativos de todo el planeta pueden retomar el crecimiento y recuperarse, la consultora estratégica McKinsey examinó la década anterior a la pandemia. Evaluaron sistemas en crecimiento y en decadencia; se analizaron datos globales; y entrevistaron a más de 200 líderes de sistemas, filántropos, líderes de organizaciones sin ánimo de lucro, académicos y consultores educativos.

A lo largo de la última década, el gasto en educación per cápita ha aumentado en países de todos los niveles de ingresos. No obstante, según la Encuesta Global Educativa de McKinsey, solo el 20% de los sistemas educativos analizados, alcanzaron sus objetivos de aprendizaje y de resultados del sistema.

Según el Banco Mundial, los países de América Latina están agrupados en el extremo más bajo del índice que compara el desempeño educativo con el gasto público anual por estudiante.

Si las tendencias actuales persisten, más de 700 millones de niños continuarán experimentando pobreza educativa para el año 2050. Sin embargo, este futuro sombrío es evitable. Si todos los sistemas educativos pudieran mejorar al ritmo de los considerados exitosos, podrían sacar de la pobreza educativa a 350 millones de estudiantes adicionales en los próximos 30 años. En el caso de América Latina, más de 20 millones de niños podrían salir de la pobreza de aprendizajes para 2050 de equiparar los sistemas educativos.

Los retos de la educación

El estudio indica que la mayoría de los sistemas escolares luchan por convertir las mejoras en acciones y demuestra que para que los cambios se mantengan, no basta con que los líderes sepan “qué” intervenciones utilizar. También requiere comprender “cómo” implementarlos bien.

“Para seleccionar las mejores intervenciones, los sistemas escolares necesitan considerar el rendimiento inicial de los estudiantes, sus recursos financieros y las capacidades de sus maestros y líderes escolares. Uno de los mayores errores que pueden cometer los sistemas educativos es "adoptar y trasladar" las mejores prácticas de un sistema que opera en un contexto muy diferente. Es buen momento para que la calidad vuelva a ser parte de la agenda y redoblar esfuerzos hacia la implementación”, dijo Felipe Child, socio de McKinsey & Company y líder de la práctica de sector público y social para América Latina.

Entre los desafíos que enfrentan los sistemas escolares estancados se encuentran:

        Directrices contradictorias. La educación no se considera una prioridad, lo que resulta en la incapacidad de recaudar fondos nacionales o de donantes necesarios para cumplirla. Los objetivos son numerosos, demasiado lejanos en el futuro y difíciles de medir.

        Interrupción del liderazgo. El cambio educativo requiere más tiempo de lo que la política suele permitir. Los ciclos electorales rápidos y los mandatos cortos de los ministros de educación pueden llevar a una confusión de prioridades, lo que a su vez puede complicar y desilusionar a los educadores y las familias. Esto se exacerba cuando los esfuerzos de transformación están vinculados a estructuras políticas, en lugar de estar más profundamente arraigados en las instituciones.

        Rechazo del sistema de reforma. Las mejoras pueden fracasar ante la oposición de las comunidades y los educadores que sienten que no fueron consultados. Es posible que las políticas de arriba hacia abajo no funcionen una vez que llegan a las aulas.

        Insuficiente coordinación y ritmo de cambio. Se dedica demasiado tiempo al desarrollo de estrategias y no lo suficiente a la creación de un plan de implementación con presupuestos alineados, plazos y responsabilidades establecidas.

        Estancamiento. Los sistemas intentan resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer. Los líderes pueden probar nuevas ideas, pero sin un plan para medir el impacto y llevarlas a escala.

Estrategias para mejorar

A pesar de estos desafíos, hay sistemas educativos que están superando los obstáculos y logrando avances significativos en el aprendizaje de los estudiantes año tras año.

La encuesta de McKinsey sugiere que los sistemas que han alcanzado sus objetivos de resultados escolares y de transformación han puesto en marcha estos ejes:

  1. Base en la evidencia. Estos sistemas optan por estrategias basadas en evidencia y relevantes para su punto de partida, y priorizan el aprendizaje esencial, en particular en contextos con recursos limitados. Todos usan la tecnología como herramienta para mejorar el aprendizaje, y no como un fin en sí mismo.
  2. Formar una coalición duradera para el cambio. Los sistemas educativos más exitosos ponen el acento en un conjunto reducido de prioridades coherentes, movilizando a los involucrados en torno a ellos para que todos – desde el liderazgo del sistema hasta sus directivos y docentes – contribuyan en igual medida. Invierten en una comunicación auténtica de dos vías con las familias, los educadores y la comunidad para diseñar mejores políticas y lograr un compromiso más profundo.
  3. Crear capacidad de ejecución para escalar. Los sistemas más exitosos avanzan con rapidez de la estrategia a la implementación, marcando el ritmo de la reforma para demostrar tracción desde el comienzo y generando fuerza para transitar todo el camino hasta el impacto final.
  4. Impulsar y adaptar con los datos. Los sistemas efectivos miden rigurosamente lo que más importa – los resultados de los estudiantes – y emplean información transparente para optimizar sus intervenciones. En simultáneo con el despliegue de métodos probados, crean espacio para la innovación y miden su impacto, y con ello retroalimentan su base de evidencia.

Las lecciones aprendidas en América Latina

El estudio de McKinsey resalta el caso de Perú, en donde se mejoró la capacidad de ejecución a escala. En 2013, el ministro de Educación, Jaime Saavedra, reconstruyó el equipo de liderazgo de la institución y atrajo talento de otros sectores, incluido el financiero, que aportaron habilidades nuevas y necesarias.

Se implementó un programa para cambiar la escuela secundaria de media jornada a jornada completa. En su primera fase, comenzó con mil escuelas y el modelo se fue perfeccionando a medida que el programa seguía avanzando (diseñar, implementar, monitorear, evaluar, aprender, rediseñar).

Otro caso de éxito que se identificó fue en el estado de Ceará, en Brasil, que aplicó el establecimiento de una coalición duradera. En las ciudades con las escuelas con más dificultades, el estado lideró un plan sostenible para mejorar la calidad de los líderes educativos municipales, capacitándolos para brindar un mejor apoyo a los maestros y las escuelas. Las 150 escuelas con mejor rendimiento en el estado adoptaron a las 150 escuelas con peor rendimiento; si la escuela con menor rendimiento mejoraba, ambas escuelas en el par recibían una recompensa financiera.


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