Por: Víctor Betancourt, Gerente General de SONDA Panamá-Guatemala
Durante décadas, la automatización fue el pilar funmental de la modernización empresarial. Invertir en ella significaba lograr eficiencia operativa, haciendo lo mismo de siempre, pero más rápido y sin errores. Sin embargo, la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), y en particular de los agentes inteligentes y la IA generativa, ha provocado un quiebre fundamental en esta narrativa.
Aunque muchas organizaciones se enorgullecen de su
"transformación digital", la mayoría se encuentra en un estadio de
automatización incompleta. Han logrado implementar sistemas que replican el
trabajo humano, pero que no añaden una capa de razonamiento o adaptación. La
IA, en cambio, opera bajo una lógica completamente distinta. Su valor no reside
en la velocidad de la ejecución, sino en la calidad de la decisión.
McKinsey reportó en su informe State of AI 2025, que el 88% de las
empresas usa IA en alguna función, pero pocas la integran en procesos críticos
de decisión. Otras consultoras de clase mundial estiman que la automatización
tradicional puede reducir costos en los procesos entre 25% y 40%, aunque la
mayor parte se limita a tareas repetitivas, no decisiones estratégicas.
La IA interpreta, aprende, y se adapta. Su unidad básica no es la
regla; es el modelo, el agente capaz de predecir, recomendar y, en última
instancia, decidir. Si la automatización tradicional se vuelve más compleja y
caótica a medida que se le añaden más reglas, la IA se vuelve más inteligente a
medida que se le proporcionan más datos.
Una eficiencia operativa que impacte el modelo de negocio
El verdadero salto cualitativo hacia un negocio AI-first requiere
que la conversación en la junta directiva cambie su foco del ahorro a la
reinvención. En lugar de preguntarse en cuánto se reducirán los costos
operativos; ahora la cuestión debe ser cómo optimizar las decisiones. La IA no
solo ahorra tiempo; habilita nuevos modelos de negocio, nuevas fuentes de
ingresos y nuevas ventajas competitivas que van mucho más allá de la mera
eficiencia.
Para lograr esta transición, las organizaciones deben migrar de
tener "proyectos piloto de IA" a construir plataformas transversales
con datos gobernados y modelos reutilizables. Esto impone nuevas exigencias: la
calidad de los datos es la base de cualquier inteligencia exitosa, y el riesgo
ético y la transparencia del modelo se vuelven obligatorios, especialmente en
sectores como la banca y el sector público.

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